-Estos vientos, Julia, nos traen las voces del pasado.
Don Geranio se para en el fondo de la bodega, ahí donde está la ventanita que no cierra y se alcanzan a ver los campos floreados. Otea el horizonte con aire entre nostálgico y distante.
Julia, desde la ¿estupidez? que le dan sus 12 años no ve a Don Geranio, ni a los vientos, ni escucha las voces del pasado.
-Abuelo, ¿me compras un caballo?
-Muchachita pendeja. ¿Y para qué quieres un caballo?
Silencio.
-Para ir al cielo a buscar a mi mami.
Don Geranio odiaba hablar de su hija.
-Serás taruga. Cállate y escucha, tu madre ya debe andar por aquí.
Y no hubo más, ni preguntas, ni caballos.
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